En 1963, asumió la presidencia de la república Fernando Belaúnde Ferry, quien expresaba los intereses de la emergente burguesía peruana. FBT, enarboló propuestas renovadoras y se presentó ante el país como el abanderado de cambios a dictarse en los cien primeros días de gobierno. Las preconizadas reformas agraria, educativa y la recuperación del petróleo de la Brea y Pariñas, jamás se concretizaron. Primero, por la férrea oposición de la coalición pro oligárquica APRA-UNO y luego por el sometimiento del belaundismo y el abandono de sus banderas primigenias. Así se instaura en el Perú, el gobierno de la superconvivencia: Acción Popular, APRA UNO, cuyo correlato a nivel sindical fue el total sometimiento de la CTP a los acuerdos de sus líderes políticos.

En este período, el CDUS y sus federaciones afiliadas desarrollaron importantes movilizaciones y luchas como la huelga de los pescadores de noviembre a diciembre de l966, la huelga minera de Toquepala a fines de ese mismo año y comienzos de 1967, donde hubo cinco muertos y treinta heridos a consecuencia de la feroz represión ordenada por el gobierno.

Asimismo, en febrero del 67, los ciento cincuenta mil afiliados a la poderosa Federación de Trabajadores de Construcción Civil, dieron inicio a una huelga general indefinida en la que detuvieron a sus dirigentes Manuel Díaz Salazar e Isidoro Gamarra. En marzo decretó una huelga la federación textil y simultáneamente paralizaron sus labores los trabajadores del seguro social obrero. Poco después, a este vendaval de luchas reivindicativas se unieron los obreros de las empresas eléctricas, los cerveceros y los maestros.

En el centro de estas acciones de masas, estuvo el mitin convocado por el CDUS en la Plaza San Martín en setiembre de 1967 y el paro nacional de octubre de este mismo año que tuvo amplio eco y concitó la simpatía generalizada del país. Para entonces ya habían desaparecido las expectativas de los trabajadores sobre el cumplimiento de los ofrecimientos del gobierno y el panorama político convulsionado anunciaba la inminencia de una nueva crisis, cuyas primeras señales se notaron en el incremento del endeudamiento con el exterior que pasó de 237 millones de dólares en 1963 a 685 millones en 1967.

En setiembre de ese año, se produce un nuevo «crack» en la economía, se devalúa el sol peruano que perdió un 40 % de su valor con respecto al dólar y los precios sufrieron un incremento del 50 %. Para paliar la traumática devaluación monetaria el gobierno decretó un aumento general de sueldos y salarios del 10 % para el sector privado y del 15 % para el sector público, los mismos que recibieron el unánime rechazo de la población.

Nuevamente se levantan en pie de lucha los pueblos del Cusco y Arequipa rechazando el irrisorio aumento, y los mineros de Atacocha y Chicrán del departamento de Cerro de Pasco, conmocionaron a la ciudad de Lima en la primera marcha minera que recuerda la historia de las luchas sociales peruanas. Estas jornadas de movilización popular, formaron parte de un importante proceso de organización y movilización enmarcada en los esfuerzos del movimiento sindical por contar con una representación gremial que exprese verdaderamente sus intereses de clase.

Cuando los trabajadores peruanos consideraron culminado este proceso de lucha por conseguir una central sindical autónoma y clasista, a través del CDUS se convocó a un Congreso Nacional celebrado entre el 9 y 14 de junio de 1968, en el mismo que se reconstituyó la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP, dando inicio a una nueva etapa en el desarrollo de las luchas del movimiento sindical peruano y latinoamericano.