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ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Fue José Carlos Mariátegui, el gran Amauta peruano, quien trazó el programa y las metas del primer esfuerzo serio para la creación de una organización sindical que "unifique y dirija a todas las fuerzas proletarias del país". A él se debe el Estatuto y el Programa de Lucha que fueron aprobados por el Comité Organizador como documentos centrales de la Confederación General de Trabajadores del Perú el 17 de Mayo de 1929. Desde su origen nuestra Central se constituye como una organización unitaria, que recusa los rezagos del sindicalismo tradicional y lucha por los derechos de los trabajadores y el cambio social en el Perú. Contra la naciente organización sindical se desató desde un principio la ofensiva anti obrera de las dictaduras de la época. El régimen de Sánchez Cerro (1930-1932), no sólo arremetió brutalmente contra la recién creada CGTP sino que la ilegalizó. Idéntico comportamiento tuvo Samanez Ocampo, (presidente del Perú por algunos meses del año 32), que creó campos de concentración en las selvas de Madre de Dios para recluir a los luchadores sociales. De igual manera, ferozmente represor también fue el general Oscar R. Benavides (1932-1939). Las dictaduras de entonces no sólo reprimieron la naciente CGTP, sino que pretendieron dividir las fuerzas sindicales creando organizaciones de fachada como la Central Nacional de Trabajadores y luego la Confederación Sindical de Trabajadores Peruanos-CSTP, que fracasaron por su falta de representatividad y su conducta obsecuente y servil. En 1937, la CGTP no pudo continuar sus luchas aunque persistieron los esfuerzos de grupos clandestinos de trabajadores clasistas. Conviene recordar que el marco de las dictaduras de esta época, se correspondió con un contexto internacional de predominio de las corrientes nazi fascistas y la llegada al gobierno del aristócrata Manuel Prado Ugarteche (l939-l945), que abrieron un nuevo escenario para el desarrollo de las luchas del movimiento obrero peruano. El término de la Segunda Guerra Mundial (l939-1945), el triunfo de los países "aliados" (encabezados por Estados Unidos, Inglaterra y la URSS), y la derrota del nazi fascismo (representados por los países del "eje" Roma, Berlín, Tokio) crean también nuevas condiciones para la realineación de las fuerzas políticas. Sobre todo por el destacado papel que jugó el movimiento obrero internacional y la resistencia heroica de los pueblos ocupados por el nazismo, así como por el desarrollo del movimiento sindical latinoamericano. Con ocasión del Congreso de la Federación de Trabajadores de Chile, reunido en Santiago el año 1943, se produce un encuentro de líderes sindicales peruanos, principalmente comunistas y apristas y de otras tendencias, que actuando en un marco de unidad principista suscriben lo que se conoce como el Acuerdo de Santiago, que tiene como propósito recomponer en el Perú la unidad sindical y dar nacimiento a una sola organización representativa de los trabajadores peruanos. El 1ro de Mayo de 1944 ante la tumba del Amauta José Carlos Mariátegui queda sellado el acuerdo que no se pudo mantener y se ingresa a un período de confrontaciones y luchas que no es el caso detallar pero que impiden la recomposición unitaria del sindicalismo peruano. Pero es bueno destacar que en el combate contra las dictaduras, la sangre generosa de mártires obreros como Luis Negreiros Vega y Simón Herrera Farfán - ante quienes inclinamos nuestras banderas - son ejemplo de la unidad que debemos mantener para la reconstrucción de un Perú nuevo dentro de un mundo mejor y más justo.

LA CONFORMACION DEL COMITE DE DEFENSA Y UNIFICACION SINDICAL-CDUS

Fenecido el gobierno de Manuel Prado en 1945, asume la presidencia de la República el Dr. José Luis Bustamante y Rivero liderando el Frente Democrático de Unidad Nacional, cuyas columnas principales eran precisamente el Partido Aprista, el Partido Comunista Peruano y un grueso contingente de personalidades independientes. Pugnas irreconciliables acerca del análisis de la coyuntura, divergencias políticas y sobre todo la ausencia de claridad en el programa de gobierno, el sectarismo hegemónico del APRA (que por estos tiempos dio inicio a su viraje ideológico y empezó a acercarse a la oligarquía terrateniente), así como el atropello a los derechos laborales, determinaron un temprano alejamiento de los sectores de izquierda del gobierno. La crisis posterior trajo consigo la caída de Bustamante y en octubre de 1948, se perpetró el golpe de estado del general Manuel A. Odría, quien durante ocho años, (hasta 1956), gobernaría el país acentuando la sumisión a las transnacionales imperialistas e imponiendo un régimen represivo que tuvo en su siniestro ministro del interior, Alejandro Esparza Zañartu, al más feroz de sus representantes. El ochenio odriísta fue testigo de dos hechos importantes que gravitaron significativamente en el desarrollo del movimiento sindical. La modificación del modelo de acumulación económica capitalista en el Perú. Se pasó de un modelo extractivo-exportador de nuestras materias primas y recursos naturales, a otro denominado de sustitución de importaciones, que trajo consigo el surgimiento de grupos económicos ligados a las actividades financieras e industriales. De estos años data el "boom" de la pesca y el crecimiento de la industria manufacturera, metal mecánico, petroquímico, textil, etc., cuyos intereses empezaron a colisionar con los de la oligarquía terrateniente. La negociación con Odría de la legalidad del Partido Aprista, por entonces proscrito, y su posterior apoyo militante a la elección de Manuel Prado en su segundo período presidencial (1956-1962), que inaugura el período conocido como La Convivencia, en el que participaron las huestes de Prado, los remanentes dictatoriales del odriísmo y el núcleo más conservador y anticomunista del APRA. Estos hechos determinaron el surgimiento de nuevas corrientes de opinión que, a nivel político, se expresaron en la conformación de nuevos partidos (Acción Popular, Democracia Cristiana, Social Progresista), que asumieron la defensa de los sectores modernizantes de la burguesía nacional. A nivel gremial, esto se expresó en la usurpación de la Confederación de Trabajadores del Perú(CTP) por los apristas, entonces ya abiertamente aliados de la oligarquía terrateniente y con quienes cogobernaron durante el pradismo. Indudablemente en estas condiciones el movimiento sindical estaba desprotegido, tal como sucedió a fines de la década del 50, durante las luchas de los trabajadores del Cuzco liderados por el legendario Emiliano Huamantica, así como a comienzos de los años 60, cuando los levantamientos campesinos de los valles de La Convención y Lares, fueron satanizados por la prensa oligárquica. En un esfuerzo por reorientar la línea conciliadora y pro oligárquica de la CTP, las bases clasistas conformaron en 1962 el Comité de Unificación y Coordinación de la CTP, que se trazó como objetivo trabajar "dentro y fuera de la CTP" y ante la imposibilidad de romper el cerco burocrático aprista, el 28 de setiembre de 1966, se crea el Comité de Defensa y Unificación Sindical, CDUS. A esta reunión asistieron delegados de catorce federaciones y cuarenta y cinco sindicatos de base. Entre los fundadores estuvieron la Federación de Construcción Civil, Choferes, de la Industria Metalúrgica, los trabajadores del Cuzco y Arequipa, así como la Federación de Pescadores del Perú y el Sindicato de la Compañía Peruana de Teléfonos, cuyo secretario general Enrique Arias Asián asumió la más alta responsabilidad. Lo acompañaron en este esfuerzo los compañeros Lázaro Gamboa, Mario Vidal Cabezas, Asunción Suárez, Jorge Rabínez Bartra, Vicente Granadino, José Chávez Canales y Luis Villaverde

ASÍ SE FORJO EL ACERO DEL CDUS A LA CGTP

En 1963, asumió la presidencia de la república Fernando Belaúnde Ferry, quien expresaba los intereses de la emergente burguesía peruana. FBT, enarboló propuestas renovadoras y se presentó ante el país como el abanderado de cambios a dictarse en los cien primeros días de gobierno. Las preconizadas reformas agraria, educativa y la recuperación del petróleo de la Brea y Pariñas, jamás se concretizaron. Primero, por la férrea oposición de la coalición pro oligárquica APRA-UNO y luego por el sometimiento del belaundismo y el abandono de sus banderas primigenias. Así se instaura en el Perú, el gobierno de la superconvivencia: Acción Popular, APRA UNO, cuyo correlato a nivel sindical fue el total sometimiento de la CTP a los acuerdos de sus líderes políticos. En este período, el CDUS y sus federaciones afiliadas desarrollaron importantes movilizaciones y luchas como la huelga de los pescadores de noviembre a diciembre de l966, la huelga minera de Toquepala a fines de ese mismo año y comienzos de 1967, donde hubo cinco muertos y treinta heridos a consecuencia de la feroz represión ordenada por el gobierno. Asimismo, en febrero del 67, los ciento cincuenta mil afiliados a la poderosa Federación de Trabajadores de Construcción Civil, dieron inicio a una huelga general indefinida en la que detuvieron a sus dirigentes Manuel Díaz Salazar e Isidoro Gamarra. En marzo decretó una huelga la federación textil y simultáneamente paralizaron sus labores los trabajadores del seguro social obrero. Poco después, a este vendaval de luchas reivindicativas se unieron los obreros de las empresas eléctricas, los cerveceros y los maestros. En el centro de estas acciones de masas, estuvo el mitin convocado por el CDUS en la Plaza San Martín en setiembre de 1967 y el paro nacional de octubre de este mismo año que tuvo amplio eco y concitó la simpatía generalizada del país. Para entonces ya habían desaparecido las expectativas de los trabajadores sobre el cumplimiento de los ofrecimientos del gobierno y el panorama político convulsionado anunciaba la inminencia de una nueva crisis, cuyas primeras señales se notaron en el incremento del endeudamiento con el exterior que pasó de 237 millones de dólares en 1963 a 685 millones en 1967. En setiembre de ese año, se produce un nuevo "crack" en la economía, se devalúa el sol peruano que perdió un 40 % de su valor con respecto al dólar y los precios sufrieron un incremento del 50 %. Para paliar la traumática devaluación monetaria el gobierno decretó un aumento general de sueldos y salarios del 10 % para el sector privado y del 15 % para el sector público, los mismos que recibieron el unánime rechazo de la población. Nuevamente se levantan en pie de lucha los pueblos del Cusco y Arequipa rechazando el irrisorio aumento, y los mineros de Atacocha y Chicrán del departamento de Cerro de Pasco, conmocionaron a la ciudad de Lima en la primera marcha minera que recuerda la historia de las luchas sociales peruanas. Estas jornadas de movilización popular, formaron parte de un importante proceso de organización y movilización enmarcada en los esfuerzos del movimiento sindical por contar con una representación gremial que exprese verdaderamente sus intereses de clase. Cuando los trabajadores peruanos consideraron culminado este proceso de lucha por conseguir una central sindical autónoma y clasista, a través del CDUS se convocó a un Congreso Nacional celebrado entre el 9 y 14 de junio de 1968, en el mismo que se reconstituyó la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP, dando inicio a una nueva etapa en el desarrollo de las luchas del movimiento sindical peruano y latinoamericano.

El legado de lucha de Isidoro Gamarra

El legado de lucha de Isidoro Gamarra

Isidoro Gamarra: Un legado de lucha por los derechos de la clase trabajadora peruana La historia del sindicalismo peruano no puede entenderse sin la figura de Isidoro Gamarra Ramírez, cuya vida encarna las luchas, sacrificios y victorias del movimiento obrero nacional. A 24 años de su partida y 118 años de su natalicio, su legado permanece más vigente que nunca en la defensa de los derechos laborales y por la transformación social del Perú. Nacido en Tarapacá el 2 de enero de 1907, territorio entonces bajo ocupación chilena tras la Guerra del Pacífico, Gamarra creció escuchando de su madre los relatos de la masacre de Santa María de Iquique, donde tres mil obreros del salitre fueron asesinados. Esta temprana exposición a la injusticia social forjaría su inquebrantable compromiso con la causa obrera. Su camino en la lucha sindical comenzó prematuramente. A los 15 años ya trabajaba como obrero en construcción civil en el distrito de La Victoria, Lima, donde experimentó de primera mano las duras condiciones laborales de la época. Durante la crisis de los años 30 fue presa del desempleo, pero lejos de doblegarlo, esta experiencia lo impulsó a organizar los primeros "Comités de Desocupados", permitiendo el nacimiento y expansión de una innovadora forma de organización aprendida de la experiencia del sindicalismo chileno. Los años 30 marcaron su despertar político tras la muerte de José Carlos Mariátegui en 1930. La impresionante manifestación de unidad obrera y mística durante el funeral de Mariátegui lo llevó a unirse al movimiento comunista legado por el Amauta. Fue su compromiso con esta causa que representó un fortalecimiento exponencial en sus ideas y capacidad de organización, que le significó múltiples detenciones entre 1934 y 1939 por la represión de los regímenes de Sánchez Cerro y Benavides. La década de 1950 representó uno de los períodos más duros de su vida. Encarcelado entre 1950 y 1955, fue sometido a torturas brutales con la intención de silenciarlo, sin embargo, su espíritu combativo permaneció inquebrantable. Gamarra fue impulsor de la fundación de la FTCCP, además de uno de sus dirigentes. Reconstituida la CGTP en 1968, gracias al trabajo del Comité de Defensa y Unificación Sindical (CDUS), fue elegido secretario general ese año y en 1969 pasó a ser su presidente. Bajo su liderazgo, la CGTP creció exponencialmente, pasando de representar a más de medio millón de trabajadores en 1976. Durante este periodo, Gamarra condujo la central con una visión clara: apoyo crítico a las medidas progresistas del gobierno de Velasco, pero manteniendo siempre la independencia sindical. Su gestión al frente de la CGTP se caracterizó por importantes luchas. Lideró a la clase trabajadora en el histórico Paro Nacional del 19 de julio de 1977 por el cese de la dictadura de Morales Bermúdez y sus políticas antilaborales. También destacó en la Asamblea Constituyente de 1978 que dio como resultado la Constitución de 1979; su trabajo en el senado fue reconocido como un ejemplo de la capacidad de los trabajadores organizados para incidir positivamente en la política y fortalecer la democracia. A pesar de su edad avanzada, continuó en la primera línea de la lucha sindical durante los gobiernos de Belaunde Terry y Alan García en los años 80, defendiendo incansablemente los derechos laborales. En 1992 fue nombrado presidente emérito de la CGTP. Hasta sus últimos días en 1999, Gamarra mantuvo su compromiso con el movimiento sindical, orientando a trabajadores desde las oficinas de la CGTP incluso cuando su salud se deterioraba. Su fallecimiento el 30 de marzo de 1999 en el Policlínico Sabogal del Callao marcó el fin de una era, pero no de su legado. Hoy, cuando el movimiento sindical enfrenta nuevos desafíos como la precarización laboral, la tercerización y los ataques a los derechos colectivos, la vida de Gamarra nos brinda lecciones fundamentales: la importancia de la unidad sindical, la necesidad de mantener la independencia de clase, y el valor de la perseverancia en la lucha por los derechos laborales. Su trayectoria nos recuerda que los derechos de los trabajadores no son concesiones gratuitas, sino conquistas alcanzadas a través de la organización y la lucha colectiva. Como él demostró durante más de seis décadas de activismo, incluso en los momentos más oscuros, la organización y unidad de los trabajadores pueden vencer cualquier obstáculo. La CGTP actual, heredera de ese legado histórico, mantiene vivo el espíritu combativo de Gamarra en cada acción de defensa de los derechos laborales. Su ejemplo nos interpela a fortalecer nuestras organizaciones sindicales y a luchar sin descanso por un Perú más justo y equitativo. El mejor homenaje que podemos rendir a la memoria de Isidoro Gamarra es continuar su lucha, organizándonos y movilizándonos por nuestros derechos. Como él siempre sostuvo, la lucha sindical no es solo por mejoras salariales, sino por la transformación profunda de la sociedad. ¡La llama de Isidoro Gamarra sigue viva en cada lucha obrera! ¡Viva la CGTP! ¡Viva la clase trabajadora!

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